Diana Fernanda Fuentes Díaz

Diana es una mujer dedicada, trabajadora y luchadora, lo que la ha llevado a superar sus propios límites convirtiéndose en una gran triatleta. No le dan miedo los retos, es de carácter fuerte, habla sin pelos en la lengua, y ama a sus hijos más que a nada en este mundo.

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Juan Iesari

Nacido en Buenos Aires, Argentina, desde muy pequeño a Juan le apasionaba dibujar y atesorar historietas que conseguía en la calle Corrientes o que su padre le traía del trabajo. Se la pasaba creando historias y personajes para luego dibujar historietas junto con su hermano mayor. “Dibujo desde muy chico, desde que tengo memoria y mis deseos en las tortas de cumpleaños, al soplar las velitas eran: “Quiero ser el mejor dibujante del mundo”. Hacía dibujos con lápices, marcadores, lápices de colores. Ya de adolescente tomé clases de pintura al óleo con un profesor particular y sigo pintando hasta el día de hoy”.

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Ernesto Ramos González, el White

Nacido y criado en el barrio de San Leopoldo, en centro Habana, Cuba, Ernesto tuvo una infancia de muchos juegos con amigos y de convivencia familiar. “Cada domingo, junto con mis padres Lázaro y Nancy, nos íbamos a casa de mi abuela Virginia en Negrín, ubicado a las afuera de la Habana. Nos reuníamos con mis primas, primos, tías y tíos y realizábamos tardes de convivencias familiares. Si bien soy hijo único, hice muchos amigos”.

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Verónica Ugalde (VerUga)

Nacida en Culiacán, Sinaloa, donde vivió hasta los 9 años, para posteriormente vivir en CDMX, Verónica tuvo una infancia en contacto con la naturaleza. Desde muy pequeña comenzó a dibujar, y ya en 2º de primaria ganaba los concursos de su clase al representar con dibujos las canciones que le pedían que ilustrara. “Siempre amé dibujar y el reto de ilustrar canciones me fascinaba. En realidad no tengo un recuerdo de mí sin que me encantara dibujar, ¡así que la pasión venía conmigo al nacer creo!”

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Mauro Barea

Desde muy pequeño Mauro mostró pasión por los libros, pues en su casa tenían una pequeña biblioteca que no solo lo ayudó a hacer sus tareas de escuela sino que despertó su curiosidad. “Me zambullía en todas esas enciclopedias ilustradas de los más variados temas, descubriendo cosas, con la satisfacción de ser un alumno aventajado en casi todas las materias que llevábamos. En esa infancia rodeado de libros, cómics, empecé a inventarme historias a cada momento, y llegó ese impulso de querer contar lo que yo quería con palabras, historias que iba conociendo a través de mis padres o de mi propia vida, y ahí empezaron a gestarse cosas. De esos recuerdos, a los dieciséis años empecé a llevar un registro, como un diario, que dio germen a una novela con muchísimos errores, pero a final de cuentas había salido algo mío que quería que se leyera y me emocionaba la idea de continuar escribiendo”.

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