Bucle infinito

Un día me levanto, como de un sarcófago, y soy una entidad milenaria en un cuerpo decadente, que va rejuveneciendo durante el día.

A las diez de la mañana, por ejemplo, sigo siendo un anciano, torpe y lento, y solo quiero beber café en grandes cantidades; pero a las once, cuando la interacción con los mortales es ineludible e inevitable, empiezo a absorber su energía de vida como un vampiro energético. Una charla, un comentario o una broma que origine una sonrisa son suficientes para contrarrestar el envejecimiento, así como en Monsters Incorporated.

Después del mediodía ya soy una persona, nada especial, común y corriente, un hombre promedio, de mediana edad, que a veces tiene cualidades.

La música, especialmente las canciones de Gal Costa y Marisa Monte, son otro elixir que me tomo; también el azúcar, en cualquiera de sus presentaciones. Para las tres o cuatro de la tarde, puedo llegar a ser muy divertido.

Mi preocupación empieza al caer la noche, por un momento me invade el sueño, para irse después. Me quedo solo, me rodean el futuro inmediato, tu horizonte y los círculos abiertos. Vuelven también a mí fragmentos de historias que viví, y que completo con un poco de imaginación.

La programación en el televisor me indica que es hora de volver a mis aposentos, y que este bucle infinito está a punto de llegar a su fin. Con suerte mañana, algo mágico y misterioso me estará esperando.

Por: Miguel Ángel García García
@letrasypalabras

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