Discernir

Habría que distinguir la diferencia entre amor, atracción y simpatía, deseo, pasión y obsesión; pensar que el amor debería ser suficiente; reconocer que a veces también se vuelve a los lugares donde no se fue muy feliz.

Habría que advertir la graduación entre tristeza, nostalgia y melancolía, saber por ejemplo que la depresión es otra cosa; percatarnos de la línea que divide la cordura de la insania; diferenciar la amistad de la conveniencia; saber cuándo explotar, elegir contenerse.

Habría que señalizar los puntos exactos donde se originan los temores y los miedos, los rencores y las culpas; reparar hacia dónde estamos yendo, discernir en dónde estamos varados, saber si se trata de un barril de pólvora, un charco de agua o el borde de un acantilado.

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