¿Cómo se originó todo? La vereda de la exploración y el conocimiento

Desde sus albores, el humano pudo haberse planteado muchas más preguntas de las que siquiera pudiera responder, desde una postura comprobable y fuera de su imaginación. No obstante, fue justo su capacidad de imaginar, de generar ideas, de buscar patrones y rasgos en lo que le rodeaba lo que le permitió identificar algunas respuestas que seguramente le motivaron a reflexionar sobre la posibilidad de obtener conclusiones. Más allá de utilizarlas para un fin específico, le sirvieron para su sobrevivencia. Imaginar que en las aglomeras pasturas se pudiera esconder un felino depredador que pudiera saltar repentinamente y amenazarlo con su enorme fuerza y precisión mortal. El imaginar rostros, sonidos, formas en la oscuridad, fueron motivos que causaban precaución y prevención y que resultaba mejor creer en ellos, que no considerarlos. Así, conforme los resultados iban generándose y se interpretaban en beneficios para quienes los obtenían, se intentaba cada vez más comprender el entorno. De esa conducta de exploración, interpretación y sobrevivencia, llegamos a la exploración del universo, de sus causas y de su origen.

Hasta el día de hoy hemos encontrado mucha información que nos ayuda a dar respuesta a las incógnitas sobre el posible origen de este universo al que pertenecemos, y el punto clave, el medular, se remonta apenas unas décadas atrás, cuando en 1929, Edwin Hubble, pudo demostrar que los objetos que se encuentran en el universo, como las galaxias, están alejándose de nosotros, y no solamente de nosotros, sino que también entre ellas, es decir, que el universo se está expandiendo. Esto lo demostró con una técnica óptica denominada corrimiento al rojo, que muestra la luz de los objetos observables desplazada hacia las longitudes de onda correspondiente al color rojo, resultado de su movimiento de alejamiento.

El fenómeno de corrimiento al rojo es más fácilmente entendible con el sonido, en el caso de una sirena de ambulancia que se acerca y posteriormente se aleja de nosotros. En el momento del acercamiento, el sonido se vuelve cada vez más agudo, chirriante, estridente; mientras que cuando se aleja el sonido se escucha grave, más grueso. A este fenómeno se le conoce como efecto Doppler, gracias al matemático y físico que describió el fenómeno en la primer mitad del siglo XIX, Christian Andreas Doppler. El fenómeno que escuchamos y el que puede observarse con la luz proveniente de las galaxias básicamente es explicado por el mismo efecto, aunque las ondas del sonido y las de la luz tienen diferente naturaleza. Cuando las ondas se comprimen, debido a que la fuente emisora se acerca a nosotros, el color de la luz que podemos percibir se corre al azul, pero si el emisor se aleja, las ondas se estiran y se muestran corridas al rojo.

Estas aparentes simples observaciones, nos han cambiado la forma en la que concebimos el universo y su origen, pues si sabemos que hoy en día los objetos en el cosmos se están alejando, entonces es inevitable pensar que en el pasado se encontraron más cerca. Quizá, en algún punto del tiempo atrás, todo pudo estar condensado en un punto inmensamente pequeño y denso. Bien, pues esa es nuestra postura más certera del origen de nuestro universo, conocido como la Teoría del Big Bang.

En este punto, es importante mencionar que, entre la comunidad de científicos y científicas, una teoría no es una idea, una hipótesis o una simple elucubración, sino que es un conjunto de conocimientos fundamentados y evidenciados que soportan una explicación sobre la causalidad de un fenómeno. De esta forma, la Teoría del Big Bang, es una formulación de evidencias que va consolidándose con diferentes experimentos y cálculos hasta ahora generados. Tales son los impresionantes descubrimientos obtenidos de la colisión de partículas subatómicas en uno de los aparatos más sofisticados que el humano haya generado, el Gran Colisionador de Hadrones del Consorcio Europeo de Investigación Nuclear, mejor conocido como CERN, ubicado en la frontera de Suiza y Francia. En este aparato, que pudiera entenderse como un gran anillo de 27 kilómetros de diámetro en cuyo interior se encuentran miles de imanes enfriados a una temperatura cercana al cero absoluto (-273°C) y con un vacío increíblemente sorprendente, se han encontrado partículas calculadas y ahora demostradas como constituyentes de las primeras formas de materia, las cuales pudieron haber estado en un universo recién formado. Además, claro de múltiples observaciones obtenidas con los diversos y cada vez más modernos telescopios con los que la humanidad captura luz del cosmos.

Lo que conocemos hasta ahora sobre el origen de nuestro universo es impresionante, pero nos deja aún un enorme conjunto de incógnitas que no nos permite darnos por bien servidos, pues, aunque a lo largo de miles de años hemos hurgado y arrancado explicaciones a la naturaleza, al parecer las cuestiones en vez de disminuir se incrementan. Ahora nos inquieta no saber qué generó el gran estallido, sobre qué se expande el espacio-tiempo del universo, la posibilidad de que este gran estallido pudiera repetirse en un sistema ajeno a nuestro universo y fuera de nuestra concepción sobre ello. Las preguntas son bastas, pero son en gran medida las que han mantenido y mantienen al humano andando, caminando, abriendo la vereda de la exploración y el conocimiento entre la espesura de la ignorancia y las tinieblas.

*Es maestro en ciencias, biólogo y analista programador. Divulgador de la ciencia y director del Planetario Sayab. Licenciado en derecho burocrático y funcionario público. Un apasionado del conocimiento y de su exploración.

Por: Cristóbal Carrión*

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