Día de la Candelaria, un olvidado rito prehispánico
En México, el 2 de febrero se celebra el Día de la Candelaria que es la tercera festividad religiosa más importante del país, después de la Navidad y la Pascua. Los tamales son los grandes protagonistas en su celebración, que tiene raíces prehispánicas.
La Virgen de la Candelaria es una advocación mariana de la Iglesia católica que se encuentra en varios países. Su llegada a México tuvo lugar poco después de la colonización española a tierras aztecas.
Los españoles llevaron a México advocaciones propias de diversas zonas de España como la Virgen de Guadalupe de Extremadura o la propia Virgen de la Candelaria, patrona de las Islas Canarias. Se sabe que ya Hernán Cortés llevaba al cuello una medallita de la Virgen de Candelaria de las Islas Canarias cuando llegó a México.
La Candelaria es una celebración católica ligada con la Navidad y el nacimiento de Cristo que en México se juntó con las fiestas agrícolas de los mexicas o aztecas, lo que agregó un ingrediente a la fiesta que en otras partes del mundo no se celebra así: los tamales.
El 6 de enero, en la fiesta de la Epifanía, llegan los Reyes Magos y, en prácticamente todos los países de habla hispana, con ella llega la Rosca de Reyes que guarda en su interior varios “muñequitos” del niño Jesús. Aquellos que encuentren uno de esos muñecos se convierten en “padrinos” del Día de la Candelaria y, por lo tanto, son los encargados de proveer los tamales a sus invitados.
En la celebración de La Candelaria se sincretizan dos fiestas: la de la Virgen y la del primer día del segundo mes del año según el calendario mexica, llamado Tlacachipehualiztli, fiesta Ayacachpixolo.
Fray Bernardino de Sahagún describió la fiesta:
“...hacían unos tamales llamados tzatzapaltamalli, hechos de bledos (amaranto) o cenizos, principalmente hacían estos tamales en un barrio llamado Coátlan y los ofrecían en el mismo templo del lugar delante de la diosa a la que llamaban Coatlicue o Coatlantonan, a la cual estos maestros de hacer flores tenían gran devoción”.
El tamal está relacionado con cómo las culturas prehispánicas entendían el “origen” y la creación del hombre hecho de maíz, según el INAH. “Era parte de las ceremonias que se hacían para la selección de semillas y petición de lluvias a inicios de febrero, lo que se conocía como la fecha Atlcahualco”, que quiere decir “cese de las aguas””, dice la antropóloga Yesenia Peña.
Uno de los ritos prehispánicos era el de poner la preparación a base de maíz en ollas, que con su abultado cuerpo simbolizaban a una mujer embarazada, y ese alimento era cocido con el fuego vinculado a la fuerza paterna.
El producto era alimento que daba vida. “Esto lo aprovecharon muy probablemente los evangelizadores y sobre una base que guardaba relación con los niños, empalmaron el culto cristiano”, indica la doctora Carmen Anzures, una especialista del INAH.
“Los sacerdotes llevaron la imagen del niño Jesús a los templos, y en la misa daban a conocer su significado. Al paso del tiempo, con el cambio de las generaciones, el recuerdo de aquellas ceremonias prehispánicas fue diluyéndose”.
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