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El primer paracaídas práctico fue inventado en 1783

Son muchos los que han contribuido a la invención del paracaídas que conocemos hoy en día. Se cree que el primero que intentó lanzarse en paracaídas fue Abbás Ibn Firnás, en el año 852, en Córdoba, España. Desafortunadamente, el sistema empleado no fue del todo exitoso, pues sufrió algunas heridas al caer.

Leonardo da Vinci fue otro de los precursores. Basándose en una serie de estudios sobre el vuelo de los pájaros, realizó bocetos de un paracaídas con forma de pirámide, que serviría para saltar de edificios en caso de incendio.

Tras varios intentos fallidos a lo largo de los siglos, Louis-Sébastien Lenormand, aeronauta francés, inventó el primer paracaídas práctico en 1783. Dos años después, dejó caer un perro equipado con un paracaídas desde un globo, y en 1793 aseguró haber realizado el primer descenso humano con éxito.

Los paracaídas fueron adoptados como sistema de seguridad por pilotos y pasajeros tras la I Guerra Mundial, como alternativa para amortiguar los choques provocados por una caída.

A partir de 1950, el paracaidismo comenzó a hacerse más popular y a practicarse con fines deportivos. En la década de los 70, la invención por parte del ingeniero Bill Booth del sistema de liberación rápida del paracaídas y apertura del reserva, basado en el ‘3 rings’, hizo que el paracaidismo pudiera ser practicado por cualquier persona fácilmente.

La retina efectúa unos diez mil millones de cálculos por segundo

La retina es una pequeña membrana que constituye la capa más interna de la pared ocular. Es tan delgada como el papel de seda, pero contiene más de cien millones de neuronas, organizadas en diferentes capas. “La retina —dice el libro The Living Body— es uno de los tejidos más sobresalientes del cuerpo humano.” Es “la envidia de los ingenieros de la informática, pues efectúa unos diez mil millones de cálculos por segundo”, comenta Sandra Sinclair en su libro How Animals See.

La “versátil sensibilidad de la retina” se debe, en parte, a 125 millones de bastoncillos. Estos son sensibles a la luz débil, y hacen posible la visión nocturna. También hay 5.500.000 conos, que responden a la luz más brillante, y hacen posible la visión detallada en colores. Algunos conos son más sensibles a la luz roja; otros, a la verde, y otros, a la azul. Su respuesta combinada nos permite ver todos los colores de un paisaje. Cuando los tres tipos de conos reciben un estímulo de igual intensidad, percibimos el color blanco.

El pez payaso macho cambia de sexo cuando muere su hembra

El cambio de sexo del pez payaso, de macho a hembra, se produce cuando muere el ejemplar hembra y comienza a experimentar cambios neuronales controlados genéticamente a nivel del cerebro que, finalmente, conducen a la transformación de los testículos en ovarios.

Esta transformación se transmite posteriormente a las gónadas, donde los cambios histológicos y de expresión génica se detectan a las tres semanas de la desaparición de la hembra. Los investigadores concluyen que este hecho contribuye a que la especie se adapte y sobreviva, gracias a la formación de una nueva pareja reproductora sin moverse de su anémona, que les proporciona refugio y con la que mantienen una relación simbiótica.

El pez payaso (Amphiprion bicinctus) es una especie hermafrodita protándrica (cambio de sexo de macho a hembra) en la que cada familia está conformada por dos o más individuos con una jerarquía social basada en el tamaño, donde solamente los dos más grandes son maduros y monógamos, siendo la hembra la dominante.