Querer aprovechar al máximo el tiempo libre nos hace más infelices

¿Sientes que has emprendido una carrera contra el tiempo? ¿Las 24 horas del día no te bastan? No eres el único, el mundo está girando a una velocidad vertiginosa y muchas veces no podemos con todo. Las obligaciones, tareas y compromisos cotidianos apenas nos dejan tiempo libre.

Por eso, solemos creer que cuanto más tiempo libre tengamos, más podremos disfrutar de la vida, más relajados estaremos y más felices seremos. El tiempo libre se ha convertido en un premio codiciado por el esfuerzo realizado.

Al percibirlo como algo tan valioso, es comprensible que queramos aprovecharlo al máximo. De hecho, algunas personas terminan presionándose demasiado para exprimir hasta la última gota su tiempo de ocio. Entonces caen en una trampa: en vez de descansar terminan más agotados, en vez de sentirse más felices se sienten más insatisfechos.

¿Cómo ha cambiado nuestro concepto del ocio a lo largo del tiempo?

La forma en que percibimos y valoramos el ocio ha cambiado de manera problemática en los últimos tiempos. Comprender esa evolución y encontrar formas de cambiar nuestras actitudes podría ayudarnos a relajarnos, divertirnos y ser más felices.

Sin embargo, a pesar de todos los cambios que ha experimentado el concepto de ocio a través de los siglos, una idea se mantiene constante: su contraposición con el trabajo. Hace dos mil años, el concepto de trabajo estaba ligado a la servidumbre y el de ocio a la libertad. En la Antigua Grecia, por ejemplo, la mayor parte del trabajo lo realizaban esclavos mientras que las personas más ricas podían dedicarse a actividades de ocio que, supuestamente, eran más gratificantes.

De hecho, el propio Cicerón escribió: “el ciudadano que da su trabajo a cambio de dinero se degrada al rango de esclavo”. En aquella época, el tiempo libre era aquel que se dedicaba a actividades por las cuales no se percibía ninguna retribución económica, sino que se realizaban por el placer que generaban en sí mismas.

Posteriormente, los romanos empezaron a ver el ocio como una forma de recuperarse para afrontar el trabajo que vendría, una concepción que se grabó con fuego en el imaginario popular durante la Revolución Industrial. En el siglo XIX, el ocio ya se había asociado definitivamente a un estatus social poderoso ya que solo los ricos podían permitirse el lujo de tener mucho tiempo ocioso.

En la actualidad, nuestro concepto de ocio ha vuelto a cambiar, como señala un estudio realizado en la Universidad de Boston. Desde hace décadas, las personas comenzaron a hacer gala de estar muy ocupadas. Una agenda llena se convirtió en símbolo de éxito económico y estatus social. Como resultado, hemos desarrollado la idea de la “utilidad hedónica”; o sea, lograr que cada hora de ese ocio también cuente. El concepto de trabajo productivo ha permeado el ocio, de manera que también queremos sacar provecho del tiempo libre.

Maximizadores del ocio, personas que quieren exprimir su tiempo libre

El economista Daniel Hamermesh explica que “nuestra capacidad para comprar y disfrutar bienes y servicios ha aumentado mucho más rápido que la cantidad de tiempo disponible para disfrutarlos”. Esa discordancia se manifiesta en nuestras decisiones. Por eso, “queremos aprovechar al máximo nuestro dinero y tiempo. Invertimos más dinero en ocio, en reservar mejores hoteles, vivir mejores experiencias y, en sentido general, comprar lo mejor de todo”.

Ese deseo de aprovechar al máximo nuestro tiempo libre hace que dediquemos horas y horas a leer minuciosamente las reseñas para planificar hasta el último detalle de un viaje, una escapada o incluso una cena. Por supuesto, planificar las cosas no es malo. Pero dedicar demasiado tiempo a ello podría ser contraproducente porque es probable que nuestras expectativas aumenten tanto, que las probabilidades de sentirnos decepcionados se incrementan.

Asimismo, la manera en que perseguimos las experiencias de ocio está haciendo que ese tiempo libre sea más estresante que nunca. En este sentido, un estudio realizado en la Columbia Business School demostró que estamos volviéndonos coleccionistas de experiencias. En práctica, en vez de disfrutar el momento y dejarnos llevar, buscamos cada vez más experiencias de ocio que sean inusuales, novedosas o extremas para llenar nuestro “curriculum vitae experiencial”.

El problema es que, al igual que ocurre en un currículum tradicional, en el que mostramos lo mejor de nosotros, este currículum experiencial puede convertirse en un caldo de cultivo para la competencia. Obviamente, las redes sociales exacerban ese enfoque en el ocio productivo al animar la competición por mostrar las mejores vacaciones, la mejor cena o la mejor experiencia relajante.

Esa obsesión por aprovechar el tiempo libre y llenarlo de las mejores experiencias termina siendo una espada de doble filo. Cuando tenemos expectativas tan altas, aumentan las probabilidades de que ese ocio no termine siendo lo suficientemente significativo, productivo o espectacular como creíamos, lo cual nos hará sentir insatisfechos.

Entonces la sensación de que no hemos aprovechado bien el tiempo libre se asienta. Y eso genera aún más estrés para el momento en que tengamos que planificar nuestro próximo momento libre. De esa manera, el tiempo de ocio que debería ayudarnos a desconectar, relajarnos y divertirnos se convierte en una fuente ulterior de estrés e insatisfacción.

¿Cuál es la solución?

Para volver a disfrutar del tiempo libre, lo más importante es despojarnos de esa mentalidad productiva. Necesitamos asumir una perspectiva más amplia de la vida y comprender que todo no se mide en términos de productividad. La vida no tiene que ser productiva, tiene que ser vivida.

El temor persistente de no estar usando “correctamente” nuestro tiempo porque no vivimos experiencias épicas que mostrar en las redes sociales puede hacer descarrilar por completo el auténtico propósito del ocio. La única manera de disfrutar del tiempo libre es relajarse, bajar la guardia, crear buenos recuerdos y confiar en que las piezas encajen en su lugar.

Adentrarse en esas horas de ocio con atención plena es la mejor manera para saborear cada una de las experiencias, desde las más grandiosas hasta las aparentemente más sencillas o cotidianas. De hecho, la atención plena amplía nuestra percepción subjetiva del tiempo, mejora la memoria y amplifica las sensaciones. Eso significa que nos sentiremos más satisfechos y felices con las experiencias que vivamos.

Si nos acercamos a las vacaciones o al fin de semana con la mentalidad del “debería”, pensando que tenemos que aprovechar esas horas al máximo, es posible que terminemos arruinando la experiencia de ocio en sí misma. No dejes que tu creencia que te dice que “necesitas sacar el máximo del tiempo libre” termine tendiéndote una trampa.

Fuentes:
Imtiaz, A. (2021) The way we view free time is making us less happy. En: BBC.
Bellezza, S. et. Al. (2017) Conspicuous Consumption of Time: When Busyness and Lack of Leisure Time Become a Status Symbol. Journal of Consumer Research; 44: 118-138.
Keinan, A. & Kivetz, R. (2011) Productivity Orientation and the Consumption of Collectable Experiences. Journal of Consumer Research; 37: 935-950.

Por: Lic. Jennifer Delgado Suárez
www.rinconpsicologia.com

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