Bienaventurados los que creen en el poder de las palabras

La magia y las palabras han estado vinculadas desde tiempos ancestrales, la relación entre ellas es tan intrínseca que alcanza la causalidad.

Quién no escuchó alguna vez palabras como Abradacabra o Alakazam, en la voz de un mago en antelación a alguno de sus trucos.

Quién con el ánimo de entrar a algún lugar cerrado no pronunció en algún momento las palabras: ¡Ábrete Sésamo! Como en el cuento de aventuras de Alí Babá y los cuarenta ladrones, perteneciente a Las mil y una noches.

Seguramente todos habrán de recordar los tres maleficios imperdonables: Avada Kedavra, Crucio e Imperio, en la saga de Harry Potter.

Las palabras tienen fuerza, generan vibraciones, liberan energía; transmiten ideas, sentimientos y emociones; su combinación crea hechizos, conjuros, encantamientos, maleficios, maldiciones, bendiciones, plegarias y oraciones; pueden llevarnos a la cima de la montaña, al fondo del mar o al borde de un abismo.

Las palabras abren puertas o nos ayudan a saltar por las ventanas; cada palabra es una semilla que germina y florece.

Hay palabras que hacen incisiones profundas en el corazón, la psique y el alma; que infectan, destruyen y segregan; que nunca se olvidan y se vuelven pensamientos recurrentes.

Pero también hay palabras mágicas, que nos impulsan y nos devuelven el brillo a los ojos, que limpian las heridas, nos abrigan e inyectan confianza.

“Me dijo te quiero, no supo lo que causó en mí.
Me hizo volar”.
Jaime Sabines

No es fortuito que el primero de Los cuatro acuerdos -ensayo escrito por el médico mexicano Miguel Ruiz- basado en la sabiduría de los antiguos toltecas, consista en “Ser impecable con las palabras”.

La Ley de la Atracción funciona también a través de la selección de palabras, en forma de decretos y afirmaciones positivas.

Debes tener cuidado con lo que pidas, con las palabras que usas, con el poder y la magia que en ellas se encierra, no vaya a ser que se te cumpla.

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