Tribulaciones
Observo el mar de noche, desde la cubierta de un barco que me une al resto del mundo. En tanto, el viento que va y viene acaricia torpemente mi rostro.
Observo el horizonte donde se confunden el mar y el cielo nocturno; como un abismo que se abre donde convergen sus inmensidades. No hay rastro alguno de la Luna. Arriba, dispersas, se aprecian pequeñas luces, que titilan como una lámpara vieja en un barrio olvidado de algún poblado.
Parafraseando, de pronto me siento como una flecha salvaje, cayendo estrepitosamente, hundiéndome en la profundidad salada del mar que esta noche atravieso y contemplo desde cubierta.
Contengo la respiración. Como toda flecha que cae al mar mi trayectoria se altera, no alcanzo a tocar el fondo. En pocos segundos me encuentro a la deriva, en medio de una oscura nada, que es invadida de pronto por luces destellantes, que no sé si son peces abisales o un efecto de la hipoxia.
El agua me abraza con autoridad, como una amante posesiva, como quien reclama algo que es suyo, como si no fuera a soltarme nunca. Aprieto los labios con fuerza y busco la superficie.
El motor de la embarcación desacelera, señal de que está próximo a llegar a la costa, menos mal, pues estaba a punto de ahogarme en mis tribulaciones.
Por: Miguel Ángel García García
@letrasypalabras
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