Justificando mentiras con alguna verdad
Un día me levanto, y quizá no sigo siendo el mismo, no podría asegurarlo; hay muchas partes en mí que son constantes, invariables, aunque no necesariamente las mejores partes.
Hay una parte de mí que me susurra al oído.
Hay una parte de mí que anda por las calles deambulando sin sentido.
Sigo escuchando las viejas canciones de Silvio y Caetano; anoche escuché a Andrea Bocelli y Zizi Possi antes de dormir; la otra noche escuché a Marisa Monte y Roberta Sá; Gal Costa me despierta, Haydée Milanés me acompaña; mi vida sigue siendo un musical.
Mi relación con el café siempre ha sido estrecha, pero he dejado de mancharlo todo con café deliberadamente; salvo cuando por accidente derramo un poco en documentos oficiales.
Mi relación con la poesía sigue siendo muy frágil, en noches como ésta yo escribía, pero ya no me descubro a las tres de la mañana en busca de un verso; he dejado de escribir en la madrugada; las mariposas en mis manos migraron a otra parte, no sé a dónde se fueron los peces de colores.
El otro día estaba observando un álbum de fotografías familiares, entonces me miré y no me reconocí, no soy yo, pensé, sino alguien que se parece mucho a mí.
Uno, como el universo, se contrae y se expande; uno va ocupando el vacío, va invadiendo el espacio; uno se va quedando en todas las cosas, y al mismo tiempo se va llenando de ellas.
Todos están en espera de un tren que los lleve a otra parte, una ventana para saltar o el borde de un abismo para asomarse.
Un día uno aprende a valorar el silencio tanto como las palabras.
Un día uno comprende que las estrellas fugaces no cumplen deseos.
Un día uno entiende que la eternidad sólo es un concepto.
Un día uno concluye que la plenitud es una cuestión de mercadotecnia.
Un día uno descubre que no hay amor perfecto.
Un día uno deja de estirarse para alcanzar la felicidad.
Un día uno renuncia a estar justificando mentiras con alguna verdad.
No quiero que me caiga el mundo encima, ni que me parta un rayo, ni que me trague la tierra y me escupa quién sabe dónde.
A veces tropiezo conmigo, y me levanto, y ya no soy el mismo; hay muchas partes en mí que han cambiado.
Me asenté en la tierra, y salí corriendo tan pronto mis pies tocaron el suelo.
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