Baby Powder
Un día me levanto, y algo es diferente; no alcanzo a descifrar con exactitud de qué se trata, pero lo siento, como cuando no tienes evidencia de algo, pero lo sabes de cierto.
Mi rutina sigue siendo la misma: el café por las mañanas, el ayuno involuntario, la prisa por abordar un barco; el vaivén de las olas, los pensamientos recurrentes, las trizas de los recuerdos fragmentados con un desenfoque gaussiano.
Miro a mi alrededor y observo con cuidado, busco alguna utilería fuera de lugar, algún error de continuidad o de vestuario; pero todo luce exactamente igual a la filmación del día anterior, hace seis meses, los últimos diez años.
Me levanto el cubrebocas para darle un sorbo a mi café, como en esa escena de la película de Spiderman, pero sin beso. Empiezo a recibir notificaciones de mensajes en mi teléfono, atiendo lo urgente, me doy tiempo para lo importante.
Me coloco los audífonos, elijo “Baby Powder”, de Jenevieve, y el día transcurre sin novedad en la nueva normalidad de un país amorfo que no termina de transformarse.
Por: Miguel Ángel García García
@letrasypalabras
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