Menos carne en pro del medio ambiente

La agricultura industrial es una amenaza para el suministro mundial de alimentos, y la ganadería impulsada por este modelo contribuye al problema ambiental más serio de nuestra era: el cambio climático, la reducción de la superficie forestal, la pérdida de biodiversidad y la contaminación del aire, tierra y agua. El alto consumo de carne agudiza además el problema del hambre, porque grandes cantidades de alimentos, como granos y soya terminan en la cadena de producción industrial de carne.

El apetito por la carne está creciendo. De 1980 a 2012, su consumo per cápita aumentó en un 40% en todo el mundo; sin embargo, se distribuye de manera desigual. Mientras que el consumo medio per cápita de carne por año en la India es de 5 kilos, un estadounidense consume un promedio de 75 kg. En base a las estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) se espera que la producción de carne se duplique nuevamente en 2050.

Pero este tipo de prosperidad para algunos tiene grandes inconvenientes: la competencia por los granos ha comenzado. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un tercio de la producción mundial de cereales termina en graneros y no en nuestros platos. El balance para el consumo de carne es muy pobre – la producción de 1 kilo de carne de res requiere de 7 a 10 kilos de alimento concentrado de maíz o de soya.

Hoy en día, la gente come carne todos los días sin conciencia. Sin embargo, hay muchas razones para disminuir su ingesta:

1. Mitiga el cambio climático

La ganadería es responsable del 18% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero. Junto a los sectores de energía y transporte, es una de las principales contribuyentes del calentamiento global. El dióxido de carbono se emite cuando los bosques son talados para estar al servicio de la ganadería. Aunado a ello, fertilizantes nitrogenados son utilizados para cultivar forraje, lo que resulta en la liberación de óxido nitroso, gas que contribuye al cambio climático, sin olvidar el coctel de plaguicidas que son aplicados y que deterioran los suelos y la salud de las personas.

2. Más tierra sana para alimentos sanos

Se necesitan enormes áreas de tierra para la ganadería intensiva. Según la FAO, más de 19 mil millones de pollos, 1,4 millones de reses y 1 mil millones de cerdos se mantienen en todo el mundo. La cría de estos animales y el cultivo de forraje constituyen el 80% de todos los pastos y tierras de cultivo en el mundo.

Los granos han sido importados para garantizar un mayor crecimiento en la producción de carne. Por ejemplo, alrededor del 80% de la cosecha de soya mundial termina en el forraje, sólo el 19% se destina a la alimentación humana. Con el fin de que los países ricos puedan importar estos alimentos, hábitats valiosos como las selvas tropicales se borran y la tierra se convierte en áreas de pastoreo para el ganado o tierras de cultivo para el maíz y la soya.

3. Vela por la biodiversidad

La agricultura industrial destruye la biodiversidad ya que se concentra en la producción únicamente de las razas que se mantienen altamente productivas, provocando la desaparición o el peligro de extinción de razas regionales.

Por otro lado, el cultivo de forraje en monocultivos con el uso indiscriminado de plaguicidas también contribuye a la destrucción de las especies, la superficie y los límites del campo desaparecen, y los fertilizantes químicos destruyen los hábitats de gran valor ecológico.

Por el contrario, la agricultura ecológica tiene como objetivo preservar la diversidad de especies vegetales y animales, manteniendo las razas de ganado en peligro de extinción en sus graneros.

4. Cuida el suelo y el agua

La agricultura industrial se basa en el beneficio de unos cuantos y no en la conservación de la naturaleza.

Mucha tierra cultivable se ha agotado por su uso excesivo, sin embargo, los rendimientos aumentan debido a la sobrefertilización. Esto significa que grandes cantidades de fertilizantes minerales (fósforo y nitrógeno) se aplican en los campos, lo mismo se hace para cultivar alimento, el nitrógeno después es liberado ya sea en forma de amonio en el aire o se filtra en el suelo en forma de nitrato, lo que significa que este nutriente vegetal contamina las aguas subterráneas o se filtra junto con el fósforo en los ríos y océanos. Los niveles máximos permisibles de nitrato, amonio y fósforo se exceden regularmente en las áreas de agricultura intensiva.

5. Una vida sana

El consumo excesivo de carne es malo para nuestra salud. Una dieta rica en productos de origen animal combinada con otros factores como la falta de ejercicio, contribuye al sobrepeso, obesidad, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer.

En México el consumo de carne por persona (res, cerdo, ave, ovina y caprina en conjunto) en 1990 era de 34 kilos y actualmente es de 63 kg, lo que significa un incremento del 85%. La ingesta de carne en este país es un 47% superior al registrado a nivel mundial.

Por otro lado, las personas que comen carne de las granjas industriales también ingieren restos de medicamentos, como los antibióticos, que se administran a los animales para el tratamiento de enfermedades y del estrés.

Existe desde el año 2003 una campaña internacional a la cual se han sumado miles de ciudadanos de todo el mundo, que actualmente se promueve en Mexico, llamada “Lunes Sin Carne” que invita a los consumidores a tomarse un descanso de los productos cárnicos, al menos un día a la semana, para mejorar su salud y ayudar al planeta.