Sabías que...
La etimología de trabajar
La palabra «trabajo» deriva del latín tripalium, que era una herramienta parecida a un cepo con tres puntas o pies que se usaba inicialmente para sujetar caballos o bueyes y así poder herrarlos. También se utilizaba como instrumento de tortura para castigar esclavos o reos. De ahí que tripaliare (trabajar en latín) significa “tortura”, “atormentar”, “causar dolor”.
Se aplicaba a cualquier actividad que producía dolor en el cuerpo. Cuando se inventó esta palabra la mayoría de la población trabajaba en el campo haciendo esfuerzo físico, lo cual los hacía sentir como si hubieran sido apaleados.
En castellano, sobre todo en sus épocas clásicas, la palabra trabajo conserva preferentemente el sentido de esfuerzo y penalidad, y no el de ocupación y oficio, y este sentido se observa por doquier. Miguel de Cervantes, por ejemplo, tiene una novela bizantina titulada “Los trabajos de Persiles y Segismunda”, en que obviamente “trabajos” no se refiere a oficios ni ocupaciones cotidianas, sino a las penalidades, trances y sufrimientos, y las peripecias viajeras de los dos protagonistas. Este sentido de penalidad, que es el sentido primero y primario de la palabra en castellano, hoy la seguimos empleando en expresiones como “trabajosamente” no para referirnos a nuestro trabajo remunerado, sino con el significado de “con esfuerzo y sufrimiento”.
Las moscas tienen 15.000 papilas gustativas repartidas por sus patas.
Estos insectos tienen unos pelos en sus patas que las cubren, los cuales actúan como nuestras papilas gustativas y nuestros receptores olfativos. Aunque siempre anden por entornos sucios, al aterrizar en cualquier área se frotan las patas para quitar toda suciedad, así no interfiriere en la percepción de sus sentidos.
Su sentido de olfato es bastante complejo, combinando la información enviada por 50 tipos diferentes de receptores olfativos, la mosca es capaz de discernir miles de olores.
Por el contrario, las señales procedentes del gusto se procesan de una manera mucho más rudimentaria. El cerebro de la mosca sólo distingue algunos sabores, como los amargos y dulces.
Así que ya sabes, si ves a una mosca frotando sus patas, solo se está preparando para degustar sus alimentos
La flor más grande del mundo
Endémica de Sumatra y Borneo, la rafflesia arnoldii es la flor más grande del mundo ya que puede alcanzar hasta casi 1 m de diámetro y pesar hasta 11 kg.
Descubierta en 1818 por Thomas Stamford Raffles y por Joseph Arnold, esta peculiar flor no posee ni hojas, ni tallo, ni raíces (por lo que no realiza la fotosíntesis). Además tiene un olor nauseabundo, de ahí que también se la conozca como la “flor de la podredumbre”, que utiliza para atraer insectos.
Se trata de una flor muy rara de textura carnosa y colores rojizos y anaranjados. Cuenta con 5 lóbulos y sólo crece cada cierto tiempo, si se dan las condiciones adecuadas; su floración dura tan solo 4 días por lo que la polinización exitosa no es muy común ya que se trata de flores unisexuales, por lo que los insectos deben darse prisa en la visita a la flor masculina y la femenina. Si la polinización resulta exitosa, se producen unos frutos redondos con pequeñas semillas de cáscara dura.
La foto más antigua
La primera fotografía de la historia que se conserva fue tomada en 1826 por el ingeniero francés Nicéphore Niépce desde la ventana de su granero de Saint Loup de Varennes, en Francia. El reciente análisis de la fotografía en un espectrómetro de rayos X ha revelado los materiales utilizados por Niépce: la imagen se elaboró sobre una lámina de peltre (aleación de zinc, plomo y estaño) y registró, tras ocho horas de exposición, el techo de la finca. Por el tiempo prolongado de exposición, la luz del sol iluminó la totalidad de la construcción.
Titulada “Point de vue du Gras”, la instantánea se conserva en la colección Gernsheim, de la Universidad de Texas, en Austin.
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