Los niños espejos de los adultos.

Por: Natalia A. Alioto
Lic. en Educación Especial

-Yo enseño y ellos me devuelven más aprendizaje -

El niño simplemente es lo que debe ser: un niño. Su manera de actuar, sentir, comportarse, comunicarse y pensar está influenciada por las experiencias vividas y por lo que observa en los adultos que lo rodean, como padres y maestros, que son la base de su aprendizaje futuro.

Al salir al mundo replica lo que absorbió de sus dos ambientes principales: casa y escuela. Por eso es fundamental el trabajo colaborativo entre los adultos a la hora de guiar al niño en sus aprendizajes.

Los primeros años de vida son los más importantes, de ahí radica la gran responsabilidad de las personas que rodean al pequeño. Lo que el adulto, piensa, dice y siente, será recibido por él sin cuestionar, y lo reflejará en cada acción que lleve a cabo en su día a día, con las personas que conviva.

A través del llanto, el grito, la angustia, el pataleo, la alegría, la sonrisa, el negarse a hacer algo, nos está transmitiendo un mensaje. Muchas veces no podemos entender este accionar del niño, pero tenemos la responsabilidad de averiguar qué le pasa o qué nos quiere decir sobre él. Muchas veces también puede estar transmitiendo alguna situación que está vivenciando su padre o su madre, o inclusive el maestro.

Es fundamental evitar el error común de limitarse a observar la acción, juzgando y señalando al adulto implicado como culpable de lo que le ocurre al niño. Es necesario tomarse el tiempo para preguntar y averiguar antes de sacar conclusiones.

Por eso, de la única manera en que podemos ser adultos responsables y ejercer bien nuestro rol/ profesión, es trabajando en equipo, padres y maestros.

Es esencial tomarse el tiempo para conocer a la familia, su historia de vida, sus deseos y expectativas respecto al niño. Es importante escuchar, entender cómo se expresan, qué piensan, cómo educan a su hijo y cuáles son sus valores. También que el maestro tenga en cuenta su propia historia y expectativas.

Ser conscientes de que ambos pilares, padres y maestros, deben estar involucrados y equilibrados para que el niño se desarrolle de manera saludable. Si alguno de ellos se desequilibra por algún motivo, el otro pilar debe estar atento para compensar y responder a las necesidades del niño. Eso es trabajo en equipo y es la única manera de garantizar que la persona a nuestro cargo tenga una buena niñez.

Los niños llevan consigo una historia que se construye en sus primeros años de vida, formada a partir de las historias personales de cada padre y de cada maestro. Estas historias están llenas de preocupaciones, ideales, creencias, deseos, frustraciones y una multitud de emociones y sensaciones.

Por eso, cuando observamos situaciones en los niños, debemos prestar atención a lo que está ocurriendo en su entorno familiar y escolar. El niño reflejará y expresará, en cierta medida, nuestras propias necesidades como adultos.

Trabajar juntos, padres y maestros, implica formar una buena red de contención para el niño, lo cual es nuestra responsabilidad hacia él. Pero también significa asumir una responsabilidad personal. El niño, a través de su comportamiento, nos muestra nuestra propia historia y nos indica si nuestras acciones son correctas, si nuestras emociones están bien gestionadas y si nuestros pensamientos son congruentes con lo que hacemos y decimos.

El niño es un reflejo de lo que el adulto es y, al mismo tiempo, muestra lo que el adulto necesita seguir trabajando en sí mismo. Educar al niño también proporciona un gran aprendizaje para el adulto. Este aprendizaje que el niño ofrece puede considerarse un regalo.

Hoy, 15 de mayo, que es cuando se escribe este artículo, es el día del Maestro en México, el primer gran regalo que recibimos es la confianza de los padres al permitirnos conocerlos y dejar en nuestras manos a su hijo para guiarlo juntos por la vida. El otro gran regalo es trabajar con cada uno de los niños, acompañándolos en sus aprendizajes, y ellos, con su sencillez, nos brindan cada día la oportunidad de seguir creciendo como personas. Su reflejo, si estamos dispuestos a recibirlo, nos llevará en un camino de descubrimiento personal y aprendizaje.

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