¿Cómo desarrollar la resiliencia en los niños?
La resiliencia es una capacidad que se desarrolla de manera natural pero que también se puede potenciar. De hecho, no nacemos siendo resilientes, aprendemos a serlo a lo largo de la vida, aunque los primeros años son cruciales. Por eso es tan importante que los padres abandonen la cultura de la sobreprotección y motiven a sus hijos a enfrentar nuevos retos, a equivocarse y a intentarlo de nuevo.
10 Consejos para educar en la resiliencia
1. No satisfagas todas sus necesidades.
Cuando los niños comienzan a desarrollar cierto grado de autonomía, el papel de los padres es el de facilitadores. Esto significa que aunque te debes preocupar por su bienestar, también debes dejar que resuelva algunos problemas por sí solo y que satisfaga algunas de sus necesidades recurriendo a sus propios recursos. Lo ideal es que encuentres un equilibrio para que el niño pueda potenciar sus habilidades pero sin caer en la frustración ya que así sólo dañarías su autoestima.
2. No elimines todos los riesgos.
Muchos padres querrían tener a sus hijos dentro de una casa de cristal, a salvo de los peligros que implica el mundo exterior. Obviamente, esto no es posible porque, tarde o temprano, tu hijo tendrá que enfrentarse a la sociedad. Por tanto, la mejor estrategia consiste en prepararlo para los problemas que hallará. Siempre que los riesgos no sean demasiado grandes, permítele que explore, que se equivoque y que vuelva a empezar. Cuando nos acostumbramos desde pequeños a los cambios y a correr ciertos riesgos, después asumiremos una actitud mucho más valiente ante la vida.
3. Enséñale a resolver problemas.
Cuando tenga que enfrentarse a un problema, anímalo para que lo resuelva por sí solo dándole las pistas que necesita para encontrar el camino. Recuerda que la solución no es resolver los conflictos o dificultades en su lugar sino darle las herramientas para que pueda solventarlos con sus propios recursos. Con vistas al futuro, ten siempre en mente un antiguo proverbio que afirma “si una persona tiene hambre, no le des pescado, enséñale a pescar”.
4. Enfócate en habilidades concretas.
Durante la infancia, los niños tienen un pensamiento muy concreto por lo que necesitan patrones de comportamiento estructurados y sencillos. Ante un problema, enséñale los pasos específicos que debe dar para solucionarlo. Por ejemplo, si es tímido, puedes mostrarle cómo comenzar una conversación para que pueda romper el hielo.
5. No preguntes “por qué” sino “cómo”.
Cuando los niños cometen un error, la mayoría de los padres les preguntan por qué lo hicieron. Esta pregunta no es del todo inadecuada, lo que sucede es que a menudo da pie a excusas por lo que es mucho más productivo preguntarle cómo lo van a solucionar. Por ejemplo, si le has pedido que organice su habitación pero no lo ha hecho, en vez de preguntarle ¿por qué no has organizado? Puedes decirle: no has organizado tu habitación, ¿cómo lo vamos a arreglar? Las preguntas con un “cómo” implican una actitud más proactiva y un compromiso con el cambio.
6. No le des todas las respuestas.
Los niños son curiosos por naturaleza y quieren saber cómo funcionan las cosas por lo que preguntan mucho. En ocasiones puedes darle las respuestas pero otras veces es mejor que le instes a esforzarse. Cuando te haga una pregunta que sabes que puede responder por sí mismo, devuélvesela. Así estimularás su pensamiento lógico y la capacidad para resolver problemas. Además, le enseñarás que su opinión es importante, lo cual es fundamental ya que ante las preguntas realmente importantes de la vida, las respuestas deben venir de dentro, no de fuera.
7. Evita el lenguaje catastrofista.
En nuestra sociedad a menudo se abusa de términos como “desastre”, “catástrofe”, “horrible”… y también nosotros los incorporamos en nuestro discurso cotidiano, magnificando así las consecuencias de los hechos. De esta forma el niño se forma una imagen distorsionada de la realidad ya que no logra valorar con objetividad las diferentes situaciones. Mejor dale a cada cosa su verdadera importancia y asegúrate de que tu hijo también aprende a hacerlo.
8. Deja que se equivoque.
Un refrán muy antiguo afirma que “nadie escarmienta por cabeza ajena” y lo cierto es que a veces un error puede ser mucho más constructivo, en términos de aprendizaje, que un regaño o un castigo. Siempre que no implique un gran riesgo, ábrele paso para el error. Así el niño será más tolerante a la frustración y comprenderá que los errores son necesarios para mejorar.
9. Enséñale a manejar sus emociones.
La Inteligencia Emocional es una de las claves de la resiliencia. Desde pequeño debes enseñarle a reconocer sus emociones y a manejarlas. Enséñale que la mejor manera para resolver los conflictos es conversando, no a través de rabietas o comportamientos violentos. Hazle notar sus estados emocionales, la causa y muéstrale una salida.
0. Sé resiliente.
Los niños aprenden, básicamente, por imitación. Por lo tanto, si quieres que sea resiliente, tendrás que convertirte en su modelo. Intenta mantener la calma y sé congruente en todo momento, sobre todo cuando las cosas se complican o no salen como esperabas. Si le pides que aprenda a controlar sus emociones, que sea perseverante y que no se desmotive ante el fracaso, también tú debes comportarte así.