La educación del arte y otros actos de resistencia

Acabo de participar en unas jornadas de animación a la lectura, dentro del Festival de Literatura Infantil y Juvenil, en Playa del Carmen. La verdad es que fue entrar a otra dimensión. Todo el tiempo fascinada, observando tantas voluntades unidas en ese salón, con una idea común: llevar la lectura a lugares inimaginables; seres de luz, con sus antorchas viajeras, nómadas del arte, acercándose a los lugares más oscuros de nuestro Estado, a esquinas que no miran los turistas y por tanto tampoco los gobiernos, lugares donde no se pasan, ni se posan las hojas de un libro; y a todas estas personas, nos unía un bien común, un propósito loco e idealista: que la gente se acerque a la literatura y al arte, porque es real que les queda lejos… muy lejos…

Y si queremos una sociedad más justa, igualitaria y libre, esto pasa por una educación en y del arte. Se puede demostrar hasta científicamente, si es que no creen en el conocimiento adquirido por meditación, intuición y arte.

Primera pincelada: “la creatividad: inteligencia trabajando”

Coincidimos también en la creencia de que crear te sana, el arte te salva, crear te hace libre… Crear es lo que verdaderamente te conecta con tu sabiduría interna. Pero, ¿Qué es creatividad? “La creatividad es la capacidad que tienen los seres humanos de encontrar procedimientos o elementos para desarrollar labores distintas a la manera tradicional” (definición en google). Es la capacidad de ver otros caminos, beber en otras fuentes. Me pregunto tantas cosas: ¿educamos o domesticamos?, ¿te pueden quitar tu pensamiento divergente y tu capacidad de observación libre de paradigmas y prejuicios? Sí, lo hacemos constantemente en nuestro sistema educativo con los más pequeños. Por eso nuestros alumnos de secundaria sienten que ya no saben pintar, que ya no saben hacer, ni ver.

Te pueden decir que el cielo se pinta azul y que los árboles tienen el tronco marrón, sin permitirte observar este hecho y con solo esa definición ya establecieron en ti una creencia limitante… y ya quizá, si no te dedicas al arte, nunca te permitirás observar la cantidad de troncos de árbol que hay de otros colores… o que el cielo del caribe al atardecer está lleno de una escala tonal de rojos impresionante.

Una persona creativa goza de confianza en sí misma, fineza de percepción, capacidad intuitiva, imaginación y mucha curiosidad intelectual.

Un acto de resistencia es recuperar nuestra creatividad perdida, reeducarnos y cuestionarnos sobre si estamos en coherencia con lo que somos.

Segunda pincelada: “la mirada educada”

Siempre he pensado en una función social del arte, en el sentido de que te educa en un respeto por el otro, te enseña a observar, parece simple, pero hoy más que nunca valoro ese simple acto de la contemplación y la observación, porque cuando miro a mis alumn@s y el sistema educativo en el que nadan, parece un derecho perdido. Siempre tenemos prisa en nuestra sociedad, y el primer acto de conocimiento es la observación, y el aprendizaje por medio del arte requiere de soledad, observación y respeto por los procesos creativos, que finalmente son tiempo con uno mismo. ¿Será que también somos desposeídos de este tiempo a solas con nuestro verdadero yo? ¿Se les ocurre de qué maneras esto sucede con nuestros hijos?

Me explicaba una amiga psiquiatra sobre la importancia de la mirada en la educación de los papás. Esa mirada de amor, la conexión en la mirada de la mamá que amamanta al bebé, la mirada que sonríe, con chispas en los ojos, del papá orgulloso de su cría, esa mirada mantiene y enseña la empatía. Si no miramos a nuestros hijos detonamos en ellos problemas de aprendizaje y hasta enfermedades mentales. ¿Hay niños no mirados? ¿Cómo miramos? ¿Cómo nos enseñan a mirar? ¿Qué es lo que nos piden mirar?

Como maestra de arte miro a mis artistas en profunda y sincera conexión de amor. Sé que decir a mi artista que su cuadro es genial, hermoso, muy diferente y original es decirle que él o ella es hermoso, único y valorar su valentía de expresar la autenticidad de su corazón y alma.

Un acto de resistencia es recuperar la mirada poética, los espacios poéticos. El lenguaje del alma es el arte.

Tercera pincelada: “no tener miedo”

Me he encontrado a tantos adultos que me dicen: no sé pintar, me hubiera gustado pero una maestra me dijo que yo no servía para eso…

Con la suma de años, lo que siento es muchas ganas de compartir experiencia y conocimiento con los demás y fuerza de voluntad para transformar con el arte y por medio del arte… Eso y el deseo imperioso de tener un jardín con huerto y árboles frutales.

Cuando era más joven pensaba qué ignorantes son los gobiernos, que no priorizan el estudio y la práctica del arte. Ahora pienso, ¡cuánto saben estos gobiernos! que crean un sistema educativo donde se infravaloran todas aquellas materias que tienen que ver con el estudio del ser, como por ejemplo las diferentes expresiones del arte, la filosofía, la formación ética, los valores humanos… materias que desarrollan tu imaginación, tu propuesta personal y única.

Todo proceso creativo te conecta con tu ser interno, te da autoestima, no hay creatividad sin libertad, entonces, un individuo que se conoce, que se expresa por medio del arte, establece en su ser un sistema de valores que le llevan a apreciar la belleza, a ser capaz de observar, respetar, crear es contrario a destruir. Apreciar es valorar. El respeto y cualquier derecho humano parte de una palabra que es dignidad. El arte te habla de dignidad de la persona y de los pueblos. Te hace saber de tu dignidad, prioriza tu libertad de pensamiento, tu capacidad crítica y no puedes ser manipulado.

La historia del arte no es lineal, ni evolutiva, no pintamos ahora mejor que los humanos que vivían en cavernas, la historia del arte es una historia de diferentes sensibilidades… Entonces, ¿por qué queremos que los niños pinten todos de la misma manera, al estilo realista, naturalista, renacentista?

Más complicado que esto de pintar con cierto estilo, o técnica, es pintar de acuerdo a tu propia sensibilidad. Encontrar tu propia voz, en el mar de voces socialmente aceptadas; seguir el camino de la búsqueda de tu voz, se convierte en un encuentro con aquel niño que sin miedo volcaba en la hoja en blanco los colores según el dictado de su corazón, su alma, su ser, sin juicios, prejuicios o paradigmas. Nuestra creatividad plástica evoluciona en representación de la realidad por medio de la observación y de ahí parte al encuentro del yo, al encuentro de ese niño que se expresa sin miedo, con confianza, seleccionando caminos.

Y yo siempre con mi pensamiento divergente y en actos de resistencia, eligiendo los caminos que tienen corazón. Qué irreverente o ¿no?

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