Una canción que no me recuerde a nadie

Estaba buscando las canciones de mi juventud, esas que me traen recuerdos; es que he olvidado mi infancia, casi no recuerdo mi adolescencia y a este paso temo que voy a olvidarlo todo.
Estaba buscando las canciones de mi juventud, esas que me traen recuerdos; es que he olvidado mi infancia, casi no recuerdo mi adolescencia y a este paso temo que voy a olvidarlo todo.
Para llegar a donde voy necesito saber el número exacto de círculos que no he cerrado, la ubicación precisa de los mil pedazos en los que alguna vez se me rompió el corazón; debo tener a la mano el botón de pánico, el botiquín de primeros auxilios y el protocolo en caso de emergencia, la charola de plata, la semilla, la tierra negra, fresca y húmeda y la cantidad adecuada de sol y de sombra; debo tener cuidado con el silencio y las palabras que uso para mí, uno es lo que se dice al oído.
Dicen que el viento se lleva muchas cosas y que el tiempo lo cura todo, así entre los dos funcionan la madurez, el perdón y el olvido; pero hay cosas que el viento no puede llevarse y que el paso del tiempo no va a poder curar; entonces hay que aprender a vivir con ellas, buscar una caja lo suficientemente grande para acomodarlas; encontrar la manera de seguir el camino sin que pesen o duelan tanto que nos impida continuar.
La vida es muy corta, he escuchado y leído esa frase cualquier número de veces, como quien lee un letrero en la vía pública sin prestarle atención, pero ahora que estoy en la mediana edad y que el tiempo adquiere mayor relevancia, debo admitir que en gran parte es cierto, la vida es muy corta por ejemplo para que cicatrice una herida profunda a la altura del corazón o del alma, para perdonar a quien propició ese tipo de herida y para olvidar una agresión de esa naturaleza. La vida es muy corta para desperdiciarla, pero aunque estoy cierto de su brevedad también estoy convencido de que es un largo viaje.