Sabías que...
Aplaudir es contagioso
Según un estudio sueco publicado en el Journal of the Royal Society Interfac, dice que el aplauso es contagioso y la duración de una ovación depende del número de espectadores. Si tan sólo un pequeño número de personas comienza a aplaudir puede extenderse por todo el grupo, y con que uno o dos individuos decidan dejar de hacerlo el aplauso se apagará.
Los investigadores estudiaron una serie de videos de grupos de estudiantes asistiendo a un evento público. Con ello determinaron que con sólo unas pocas personas que empiecen a aplaudir entre la multitud se da lugar a una forma de “contagio social”.
En los experimentos, la primera persona empezó a aplaudir 2,1 segundos después de que terminara una breve presentación realizada por un estudiante y el resto de la sala estaba dando palmas, al unísono y sin excepción, tan sólo 0,8 segundos más tarde.
Tomar mucha agua ayuda a tener buena memoria
No hay duda que el agua es indispensable para la vida y el buen funcionamiento de nuestro organismo.
Según una investigación realizada por la Universidad de Barcelona es también un factor muy importante para tener buena memoria, ya que la pérdida de un 2% de agua corporal disminuye la memoria a corto plazo. Por muy leve que sea la deshidratación, implica un desequilibrio en la función homeostática (la capacidad de regular las funciones del organismo a través de la absorción de alimentos) del medio interno que puede repercutir negativamente en la capacidad cognitiva e interferir en la correcta realización de actividades laborales o académicas que requieran la utilización de habilidades mentales concretas.
Se recomienda beber entre 2 y 2,5 litros de agua al día. Cabe indicar que una hidratación adecuada además es un factor decisivo en la prevención de accidentes laborales y el desarrollo de enfermedades.
Se llama Montaña Rusa por Catalina la Grande
La montaña rusa reciben este nombre debido a que las inventó una mujer de esta nacionalidad. Fue la emperatriz Catalina la Grande (1729-1796), esposa del zar Pedro III, quien, para no aburrirse, se lanzaba por la ladera de una montaña subida en un cajón de madera a modo de trineo en invierno y con ruedas en verano.
Este modo de diversión se fue extendiendo y, en 1884, el americano Marcus A. Thompson construyó el parque de atracciones de Nueva York con una versión mecánica de este divertimento real, que consistía en dos vías paralelas sobre un plano inclinado por el que discurría una vagoneta con pasajeros, la cual se arrastraba manualmente hasta el punto más alto para luego soltarla.
Vestimos de negro en los funerales para camuflarnos
La antiquísima costumbre de vestir de negro en los funerales, muy extendida en toda la cultura occidental, pretende significar una manifestación de respeto hacia el difunto. Sin embargo, la procedencia de esta tradición no está tan clara. Distintos estudios antropológicos coinciden en señalar como su posible origen el miedo ancestral de los vivos a ser poseídos por los espíritus de los muertos. Así, en los ritos funerarios los hombres primitivos pintarían sus cuerpos de negro para impedir, al quedar camuflados, que el alma del fallecido encontrara un nuevo cuerpo donde asentarse.
Esta hipótesis es corroborada por el hecho de que los habitantes de ciertas tribus africanas cubran su piel con cenizas blancas en los funerales, escondiendo así el color negro de su epidermis a la vista de los espíritus. Algo parecido sucede también en la India, donde tradicionalmente el color del luto es blanco, en contraposición a la tez morena de sus habitantes.
Otra explicación es el color negro como exteriorización de lo trágico, el color de la noche, de la oscuridad, del misterio, de lo tétrico. Con el luto se condenaba a los parientes y amigos del finado al estado de tristeza, de retraimiento, pero también a la parquedad en adornos, a la vida piadosa, a la reclusión y a la soledad.