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Los pollos tienen una inteligencia maquiavélica

Cuando pensamos en animales inteligentes no suelen ser los pollos los primeros que se nos vienen a la cabeza. Pero un nuevo estudio realizado por Lori Marino, investigadora de Neurociencia y Comportamiento Biológico en Emory, ha revelado datos sorprendentes que podrían hacer cambiar la percepción de muchas personas acerca de estas aves. En su estudio «Pollos pensantes: una reseña sobre la condición, emoción y comportamiento de los pollos domésticos», Marino logró separar los hechos de la ficción que existe en torno a la inteligencia de los mismos y quedó sorprendida por los resultados.

La investigación ha demostrado que los machos son capaces de hacer la llamada que realizan para avisar que hay alimento, aunque en realidad no haya nada, para atraer a las hembras. Y también acostumbran a cacarear más bajo si son conscientes de la cercanía de otros machos, para no alertarles y evitar que les roben las hembras.

Por si todo esto fuera poco, la doctora Marino asegura que los pollos pueden experimentar emociones tales como el miedo o la ansiedad pero que, también, son capaces de exhibir un prodigioso autocontrol si creen que de esa manera pueden recibir alguna recompensa en forma de alimento.

Hay que decir que no es la primera vez que un estudio apunta a la “compleja psicología” de las aves de corral. Ya en 1922, el biólogo noruego Thorleif Schjelderup-Ebbe se refirió a lo que bautizó como “la jerarquía del picoteo”, un sistema mediante el cual el pollo dominante impone su voluntad a picotazos al resto de los habitantes del corral.

La planta que regresa de la muerte

La doradilla es una planta de la familia Selaginellaceae originaria del desierto de Chihuahua, característica de zonas desiertas y secas. No tiene flores y se reproduce por esporas. Durante la época seca se enrosca y se hace una bola.

Se la conoce como la que “vive sin agua” y es capaz de volver a la vida luego de un período de sequía que puede durar varios años. Cuando pierde todo los líquidos de su cuerpo entra en un estado de vida latente para evitar daños en los tejidos y en las células. Durante la desecación sintetiza mucha trehalosa, un azúcar cristalizado que actúa como un soluto compatible. Cuando se evapora el agua de su interior (puede llegar incluso a perder el 95% de su agua sin sufrir daños) las sales disueltas en esa agua se concentran (pues las sales no se evaporan). Para que las células no mueran por un exceso de salinidad, la trehalosa actúa reteniendo agua, por así decirlo, ya que si hay trehalosa en sus células, las sales no causan daño. Cuando consigue tan solo un poco de agua, los cristales de azúcar se disuelven y el metabolismo de la planta, hasta entonces paralizado, vuelve a reactivarse de su estado de letargo y sus hojas que parecían muertas se abren y vuelven a ser verdes.

El cabello humano es casi indestructible

Dice la mística popular que el cabello sigue creciendo después de la muerte. En realidad no lo hace, pero se descompone a un ritmo tan lento que, en esencia, no se desintegra como lo hace el resto de nuestro cuerpo.

Después de muerto, el cuerpo comienza a secarse. Esta deshidratación hace que la piel, así como otros tejidos blandos, se retraigan, pero el cabello y las uñas sigan intactos. Esto hizo que antiguamente algunos expertos se confundieran como si hubiera un crecimiento post-mortem, pero no es más que una ilusión pues no queda actividad material u hormonal para inducir dicho crecimiento.

La vida de un pelo humano es de 4 a 7 años si no se ve afectado por algún tipo de trauma o algo parecido. Aunque parezca muy frágil, en realidad es prácticamente indestructible, soporta los cambios de temperatura extremos, cualquier tipo de fuerza natural y hay muchos ácidos y productos químicos corrosivos que no pueden con él. Por supuesto, se debilita con una exposición prolongada y también es extremadamente inflamable.

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