Ver, mirar, observar al niño, para saber, conocer y ayudar
Recientemente en una plática con docentes de escuela pedí que dibujaran a un niño o niña y que me dijeran qué veían, qué consideraban de suma relevancia observar en él o ella. En este papel de observador activo, el rol del maestro es poder detectar cuáles son las señales de alerta que necesita considerar para ayudar o pedir ayuda oportuna.
Ante este tipo de reflexión siempre caemos, al ser escuela, en el área del aprendizaje. Que si bien no es errónea, sí es escasa. Si se considera el área de aprendizaje solo se puede detectar una dificultad y eso es la consecuencia de algo.
Los menores pueden presentar rezago o dificultades en alguna materia o en algún proceso de pensamiento, en la resolución, interpretación, comprensión, elaboración... Pero se está viendo el final de la historia.
En general nos quedamos con esta información y tratamos de resolverlo en el área escolar. Sin embargo esto es la punta del iceberg. Vemos su dificultad académica pero no indagamos por qué se manifiesta, qué hay debajo del agua, lo que no se ve pero que está allí, y que es justamente lo que entorpece el despliegue y brillo de esta personita.
Los niños y las niñas son seres únicos y completos.
Me gusta imaginar y dibujar un aura alrededor de ellos en donde escribo palabras como: social (familia y amigos), conductual, emocional, sensorial, cognitivo, motriz, lenguaje y comunicación, autonomía para la vida diaria (escolar y familia). Entendiendo el significado particular de cada una de las palabras, y cómo la totalidad de ellas impacta en el desarrollo del ser humano. Y así luego llevarlos a un plano de habilidades y dificultades por sortear. Porque estas palabras que rodean a cualquier ser humano, nos hace ser quienes somos. Es nuestro decir, actuar, pensar y es lo que luego se ve en el ámbito de desenvolvimiento en el caso de un pequeño en la escuela.
Las emociones y conductas hacen que la lectura de situaciones las viva cada uno de una manera y en función de eso será su reacción. Las posibilidades motrices permiten que se mueva por un espacio con mayor o menor destreza como así también su funcionalidad para hacer tareas más específicas.
Y el nivel de comunicación (oral, gestual, con códigos) no solo le permite expresarse sino que, gracias a ello, puede relacionarse con un otro para poder manifestar sus deseos, pensamientos, sentimientos. Y así tener un vínculo.
Sus posibilidades cognitivas, junto a sus posibilidades de autonomía, lo llevarán a desplegar una serie de procesos de pensamiento para poder planificar, ejecutar, resolver... ¡Todo eso somos!
Entonces, cuando en la escuela vemos una dificultad académica, debo buscar bajo el agua... y comienzo mi trabajo de detective maestro.
¿Cómo se siente ese niño o niña? ¿Tendrá alguna dificultad emocional? Porque si está pasando por una situación difícil y sus emociones están revueltas, su estado conductual será reactivado, y seguramente el desempeño escolar no será el más óptimo. En este caso, el menor no necesita que lo apoyen en el área escolar sino que necesita un abrazo, contención, escucha, empatía.
Si su motricidad no es la más eficiente, no es una tarea que solo ocupe al profesor de educación física. La información que estoy viendo es que es un niño que tendrá dificultades en el aprendizaje.
Si su cuerpo no se mueve de manera correcta seguramente su motricidad fina pueda estar comprometida y no pueda desenvolverse correctamente en el espacio del cuaderno, afectando sus trabajos académicos. No necesito sentarme con el niño a que haga más rótulos de letras. O pedirle que haga letras más pequeñas, o en cursiva. Necesito abordar los aprendizajes desde su cuerpo. Seguramente no haya una buena imagen y conciencia corporal y por ende no puede organizarse desde su cuerpo en función de los objetos. La repercusión la veo en su dibujo, trazo, orden espacial, lectoescritura, pero debo trabajar desde la base del reconocimiento de su esquema corporal.
Estos son ejemplos de cómo si observamos la consecuencia académica (la punta del iceberg) y la abordamos en realidad no estamos solucionando nada. Simplemente estamos esquivando el problema, solucionando esa situación actual pero no estamos mirando la escena completa y trabajando en lo que el niño realmente requiere. Y esto se traduce en que nuevamente los problemas a futuro se van a presentar ante otro desafío.
La importancia es poder ver el entorno completo del niño. Y en equipo ver qué situaciones podemos trabajar desde la escuela y cuáles pediremos ayuda a la familia e inclusive apoyo externo (terapeutas).
No pedimos al maestro que sea un superhéroe, y se ocupe de todo. Sino que tenga una mirada más integral y completa del niño o la niña para poder ver bien que está sucediendo con él o ella, y buscar las mejores opciones para un desarrollo pleno y óptimo.
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Por: Natalia A. Alioto
Lic. en Educación Especial
Etiquetas: Edición 129