Cualquier libro infantil no vale, 2 claves para que el cerebro de los niños se beneficie de la lectura

“Aprender a leer es encender un fuego; cada sílaba pronunciada es una chispa”, dijo Víctor Hugo. Hoy la mayoría de los padres son conscientes de que la lectura es una excelente herramienta para potenciar el desarrollo cerebral infantil. Comprenden que el hábito de la lectura se crea desde temprano, por lo que se estima que al 55% de los niños de 3 a 5 años les leen todos los días.

De hecho, la lectura no solo potencia las funciones cognitivas como la memoria, el pensamiento y la atención sino que también enriquece el lenguaje y contribuye al desarrollo de habilidades sociales potenciando la empatía y la capacidad para resolver conflictos.

Sin embargo, el consejo omnipresente de leer a los pequeños es bastante genérico. ¿Todos los libros son igualmente beneficiosos? ¿Algunas lecturas son mejores que otras? ¿Cuán importante es el contenido de la historia?

Un grupo de psicólogos de la Universidad de Florida y Massachusetts analizaron todos estos detalles, para brindarles orientaciones más específicas a los padres y que estos puedan elegir lecturas que realmente potencien el desarrollo infantil.

Es necesario elegir los libros correctos en la etapa correcta

La lectura puede reportar beneficios a una edad tan temprana como los 6 meses de vida. Estos psicólogos analizaron a un grupo de bebés de 6 meses para comprobar cuánta atención prestaban a personajes que nunca antes habían visto. Usaron un electroencefalograma para medir sus respuestas cerebrales mientras los bebés miraban las imágenes de los personajes en la pantalla de ordenador, de manera que los investigadores podían saber si eran capaces de identificar y diferenciar a los diferentes personajes. También rastrearon los movimientos de su mirada utilizando una tecnología de seguimiento ocular para ver en qué partes de los personajes se centraban más y cuánto tiempo se mantenían prestando atención.

Luego les enviaron a casa con libros infantiles en los que aparecían esos mismos personajes. En un grupo, los padres les leyeron a sus bebés libros que tenían 6 personajes nombrados individualmente. A otro grupo les dieron los mismos libros, pero en vez de nombrar individualmente a cada personaje, se utilizaban una etiqueta genérica para referirse a todos ellos. El tercer grupo no recibió indicaciones especiales.

Al cabo de tres meses, las familias regresaron al laboratorio para medir nuevamente la atención de los bebés hacia los personajes. Los psicólogos descubrieron que solo aquellos que recibieron libros con personajes etiquetados individualmente mostraron un incremento de la atención en comparación con su visita anterior. La actividad cerebral de esos bebés mostró que podían distinguir entre diferentes personajes individuales. Sin embargo, esos efectos no se apreciaron en el resto de los niños.

¿Qué significa esto?

Estos hallazgos sugieren que los bebés muy pequeños pueden usar etiquetas para aprender sobre el mundo que los rodea y que la lectura compartida es una herramienta muy efectiva para estimular el desarrollo desde el primer año de vida.

Los libros con etiquetas específicas permiten que los chicos aprendan más rápido, generalicen ese conocimiento a situaciones nuevas y muestren respuestas cerebrales más especializadas. Y lo más asombroso es que esas ventajas cognitivas sobre los otros niños se mantuvieron incluso a los 4 años, según demostró otro estudio realizado en la Universidad de Nueva York, en el que también se constató que no basta con leer, la estructura del cuento y la interacción con los padres también son esenciales.

Las 2 claves para sacarle el máximo provecho a los cuentos infantiles

Queda claro que todos los libros infantiles no son iguales de beneficiosos para el desarrollo infantil. Los libros que los padres lean a sus hijos durante su primer año de vida deben ser diferentes de las historias que se leen a partir de los dos años o de aquellas que se leen a partir de los 4 años, momento en el que comienzan a prepararse para aprender a hacerlo por sí mismos.

En otras palabras, para que la lectura sea realmente beneficiosa, hay que elegir los libros correctos para su nivel de desarrollo. Si la historia es demasiado compleja, no podrán sacarle mucho provecho y si es demasiado sencilla y de carácter general, no representará un desafío cognitivo que estimule el desarrollo.

La otra clave para aprovechar al máximo la lectura consiste en interactuar con los pequeños. De hecho, los investigadores creen que la existencia de personajes diferentes conduce a experiencias de lectura más enriquecedoras, en parte porque estimula la interacción con los padres. Es fundamental que los padres no se limiten a leer sino que sean capaces de guiarlos a través de ese fascinante mundo y les hablen más sobre los personajes.

A medida que vayan creciendo, la lectura compartida cobra mayor protagonismo ya que promueve la reflexión sobre las decisiones y comportamientos de los protagonistas, contribuyendo a consolidar diferentes valores. Se ha constatado que tanto la cantidad de libros, como la calidad de la lectura (entendida como la interacción con los padres), son los principales indicadores para predecir el posterior desarrollo del vocabulario, las habilidades de lectura y la capacidad para escribir.

En resumen: mientras más libros leen los padres a sus hijos, y cuanto más tiempo pasan leyendo y comentando la historia, mayores son los beneficios para los niños, siempre y cuando elijan los libros adecuados.

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