Obligar a los niños a pedir disculpas sin que se arrepientan hace más mal que bien
La escena suele ser siempre la misma, con diferentes matices: dos niños se pelean y los padres intervienen rápidamente para solucionar el problema. “Pide perdón”, le decimos en tono más o menos amenazante al responsable. Al inicio, el niño se muestra renuente pero tras la insistencia materna o paterna, termina diciendo un “perdón” con muy poca convicción.
Los padres piensan que así enseñan buenos modales a sus hijos y que aprenden a disculparse cuando han cometido un error. Sin embargo, podrían estar equivocados ya que ese tipo de disculpas, sin que el niño experimente un verdadero arrepentimiento por lo que hizo, podría hacer más mal que bien.
Las disculpas forzadas hacen sentir mal a los niños, tanto al agresor como a su víctima.
Psicólogos de la Universidad de Michigan y Oxford analizaron si los niños son capaces de distinguir entre expresiones de arrepentimiento sinceras y voluntarias de aquellas que son el fruto de la coacción. Observaron cómo niños de entre 4 y 9 años de edad reaccionaban ante tres tipos de disculpas entre sus compañeros: disculpas espontáneas, disculpas animadas por los padres pero hechas de buena gana y disculpas forzadas.
Descubrieron que los niños veían las disculpas voluntarias de manera positiva, ya fueran por iniciativa propia de los pequeños o animadas por los adultos. Sin embargo, las disculpas forzadas no fueron consideradas efectivas, sobre todo en el caso de los niños mayores.
Esto significa que los niños son perfectamente capaces de distinguir una disculpa sincera de una coaccionada. Al inicio, los pequeños pensaban que todos los niños debían sentirse mejor tras recibir una disculpa pero tras ver los videos se dieron cuenta de que en realidad solo las víctimas que recibían una disculpa sincera se sentían mejor. También notaron que las disculpas forzadas hacían sentir mal tanto a la víctima como al agresor, por lo que no resolvían el problema sino que lo empeoraban.
¿Cuáles son los 3 ingredientes de una disculpa reparadora?
Otro estudio realizado en la Universidad Estatal de Ohio reveló cuáles son los ingredientes de una disculpa para que sea eficaz:
1. Reconocimiento de la responsabilidad. Es el ingrediente más importante y se trata de reconocer que nos hemos equivocado. Obviamente, para ello primero necesitamos ser conscientes de lo que hemos hecho mal, por lo que no vale una disculpa genérica ni forzada.
2. Intentar reparar el daño. Cuando ofrecemos algún tipo de reparación la víctima comprende que estamos dispuestos a hacer algo para subsanar nuestro error, es como una declaración de buena voluntad.
3. Expresión de arrepentimiento. Esta se asume como una confirmación de que realmente nos sentimos mal por lo que hemos hecho. Y se trata del detalle más difícil de fingir ya que no solo se refiere a nuestras palabras y acciones sino que también incluye nuestras expresiones faciales y la postura.
¿Qué pueden hacer los padres para que sus hijos se disculpen sinceramente?
Obligar a los niños a disculparse es contraproducente. Ni siquiera los otros niños ven esas disculpas como algo agradable. En vez de forzar a los niños a disculparse, los padres deben ayudarles a ponerse en el lugar del otro pequeño.
De hecho, lo verdaderamente desarrollador de esa situación se encuentra en lograr que el pequeño adopte una actitud más empática y comprenda realmente qué ha hecho mal. Solo así podrá mostrar un auténtico arrepentimiento que haga que esa disculpa sea reparadora.
Hay que tener en cuenta que las disculpas no solo se usan para reparar el daño en la víctima sino que también son una lección para quien cometió el agravio. Si obligas a tu hijo a disculparse sin que se arrepienta realmente, lo más probable es que termine desarrollando la máscara social que hoy llevan muchos adultos y que es una de las causas de su infelicidad; o sea, aprenden a ocultar sus emociones e ideas haciendo muchas cosas movidos por el “debo” más que por el “quiero”. Se trata de normas sociales que nunca se han comprendido pero se han asumido, de manera que se han convertido en ataduras.
Quizá en el momento en que ocurrió el problema sea difícil lograr que un niño pequeño salga de su perspectiva egocéntrica para ponerse en el lugar del otro. Ten en cuenta que no siempre es necesario que el niño se disculpe inmediatamente.
Cuando tu hijo esté más calmado, quizá en casa, ayúdalo a reflexionar sobre lo ocurrido. Al día siguiente puede regresar y disculparse, sinceramente. Todos saldrán ganando.