¡No hay techo ni límites! La discapacidad no me define

Este mes, me gustaría contarles quién soy, qué hago a nivel laboral, cuál es mi profesión que tanto amo, la cual elegí hace muchos años atrás, abandoné por un tiempo y la volví a elegir....

Mi nombre es Natalia, soy Licenciada en Educación Especial, y trabajo en el ámbito educativo, desde hace más de 25 años. A lo largo de mi carrera, cuando menciono mi profesión y surge la palabra especial, las personas inmediatamente hacen la relación de “niños especiales”, “niños diferentes”, “angelitos”, y aunque trabaje con adultos siempre lo relacionan con infantes, “los eternos niños”.

En la antigüedad algunas de estas expresiones podían usarse, pero hoy llaman la atención. Nosotros que laboramos en este rubro sabemos que todos somos diferentes, todos somos especiales, y si bien todos tenemos un niño interior, una vez que cumplimos 18, somos adultos.

Les cuento que mi profesión es trabajar con personas que presentan una discapacidad, o nacen con una condición de vida.

Hoy en día, escuchar la palabra discapacidad sigue generando sorpresas, y en algunos casos se observa una expresión extraña en los rostros de quienes la oyen. Otros nos interrogan, y hasta cuestionan por qué usamos esa palabra tan fuerte, nos sugieren que utilicemos otras expresiones distintas, como personas especiales.

DISCAPACIDAD no es una mala palabra. A la discapacidad no debemos tenerle miedo. No debemos inventar palabras para suavizar. No tiene que asustarnos.

Esa palabra, discapacidad, solo menciona un rasgo de la persona, me da información sobre una condición que presenta. Pero lo más importante es que esa condición/discapacidad NO DEFINE A LA PERSONA.

Por eso decimos: Juan tiene autismo, no usamos la frase Juan es autista. María tiene Síndrome de Down, no decimos María es Down.

Es una condición que tienen, en algunos casos con la que nacieron, otros pueden haberla adquirido a lo largo de su vida, pero ¡la discapacidad no representa lo que la persona es!

A lo largo de estos años en mi profesión, también me he encontrado con adultos que consideran que por nombrar la condición/discapacidad de una persona, significa etiquetarla y posicionarla en una situación de negatividad o desventaja. A ellos les comento e informo que nombrar esa condición no es etiquetar.

Siempre debemos nombrar a la persona primero, dar todas sus características, resaltar sus habilidades, nombrar sus dificultades y también informar su condición, porque solo de esa manera podré brindarle lo que realmente necesita.

Imaginen una persona que es sorda, que por no “etiquetar” no menciono su condición, entonces la perjudico ya que no tendremos en cuenta que debo hablarle de manera clara, no tapar mi boca, no darle la espalda. Ahora imaginen un niño con una discapacidad motriz, que por no “etiquetarlo”, no informo sobre su discapacidad. Su maestro no puede preparar el material acorde a él, quizás su salón esté en un primer piso y él no pueda acceder hasta allí...

A veces por no etiquetar dejamos de informar y hablar del tema, y estos detalles no tenidos en cuenta terminan siendo una falta de respeto y generan exclusión.

Hablar de discapacidad nos llevaría horas, porque necesitaríamos mucho tiempo para explicar, concientizar, sensibilizar... Implica platicar de respeto, amor, solidaridad, convivencia, comprender que todos somos igual de valiosos e importantes, que todos aportamos nuestro granito de arena en este mundo.

Cuando se nombra una persona con discapacidad se habla del amor que transmiten y enseñan, como si solo eso pudieran brindar a este mundo... de ahí los llamados angelitos. Debemos saber que son personas, que crecen, se desarrollan, y tienen y brindan muchísimas cosas, como cualquier otra. Aunque sí debo admitir que hay un extra de enseñanza en ellos... y eso es lo que intentaré transmitirles ahora. Qué aprendizaje me dejan cada día... Su camino no es fácil, es sinuoso, con pasos hacia adelante y pasos hacia atrás, con barreras y mitos por romper, luchas diarias, peleas injustas, con terapias, médicos, terapeutas, medicaciones, situaciones de discriminación...

Entonces los veo, y trabajo con ellos, formo parte de sus vidas, y entiendo que hay que luchar por lo que uno quiere, que si el camino para lograr es complejo y debo esforzarme más, vale la pena, y no perder la sonrisa en el andar. He aprendido que con paciencia las cosas llegan. A no exigir, a acompañar y apoyar. Con perseverancia y en equipo todo se logra. Las cosas se van dando a su tiempo, de nada sirve acelerar procesos. He aprendido que no hay techo ni límites. No existen frases como: “Esto no es para ti, nunca lo podrás lograr... En lo personal, cuando era chica llegaron a decirme que esta no era la profesión adecuada para mí, y aquí me ven hoy después de 25 años escribiendo esto.

Por: Natalia A. Alioto

Lic. en Educación Especial

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