Bailar sin fronteras Celebrando el Día Internacional de la Danza 2021

La danza es un camino a la felicidad. Un camino colmado de experiencias, aprendizajes y satisfacciones; un camino que se forja, día a día, con esfuerzo, disciplina, coraje y mucho amor; un camino que nos reta a conocernos y reconocer nuestras fortalezas y convertir nuestras debilidades en catapultas para aprender de nosotros mismos y saber de lo que somos capaces de hacer y de sentir.

Desde las danzas rituales de nuestros antepasados, la danza se convirtió en un sistema de comunicación que permitía la transmisión de datos entre ellos; datos que provenían de la fenomenología cotidiana y que los preparaban para accionar o les informaban de dichos fenómenos. Así, la codificación y la simbología de los movimientos fueron determinando las maneras de ejecutar corporalmente aquellos cúmulos de datos que, imagino con fervor, se cargaban con intensas interpretaciones, fuerza física y un desbordante despliegue de energía que dio paso a lo que, más tarde, se nombró como coreografía.

Ya para la época en la que la cultura griega brindó al mundo su gran aportación, la coreografía formaba parte de los grandes espectáculos escénicos y fungía, también, como un aparato de transmisión de datos, de información política y social. Así, aquellas personas que interpretaban los contenidos coreográficos debían adquirir destreza y pulcritud, para poder transmitir fidedignamente el mensaje de la obra y crear sentido para los espectadores. Maestros y escuelas de danza fueron surgiendo con el tiempo y la profesionalización dio pie a una amplísima oferta de técnicas y estilos que continúan hasta nuestros días.

El cuerpo no miente

Ya decía la gran bailarina y coreógrafa Marta Graham que “el cuerpo no miente”. El movimiento del cuerpo es una ventana abierta a la verdad contenida en cada uno de nosotros. Si estamos tristes, el cuerpo adopta ciertas características y el movimiento lo hace, también, por consecuencia. Si estamos alegres o eufóricos, el cuerpo vibra de una manera especial y asimismo el movimiento adquiere características únicas. La danza es, de muchas maneras, la expresión genuina de nuestra individualidad, de nuestras querencias más profundas, de nuestras emociones y de nuestras sensaciones, y el acto de compartir tales expresiones auténticas, lo convierte no sólo en un acto liberador, sino en una genuina expresión de amor. Suena romántico, lo sé.

Ahora, en los inicios del siglo XXI, con la inmensa capacidad tecnológica de la humanidad y el cada vez más fácil acceso a las tecnologías de la información, la danza es un fenómeno sin fronteras, sin límites. Entonces, el acto de compartir nuestras expresiones más auténticas se vuelve global.

El 29 de abril, por una iniciativa de la UNESCO, se celebra el Día Internacional de la Danza, en memoria del maestro Jean Georges Noverre, revolucionario maestro de danza del siglo XVIII, y es un ya tradicional pretexto para abrir las puertas de nuestra creatividad hacia el mundo. Es momento de bailar sin fronteras, de abrirnos a un mundo lleno de posibilidades, de gritar con el cuerpo desde nuestra postura cultural. Y, para ello, desde Playa del Carmen realizaremos una serie de intervenciones dancísticas desde el espacio público, mediante algunos creadores y creadoras de danza de la comunidad. Te invito a seguir la página en Facebook del Encuentro de Danza del Caribe para obtener más información acerca de dónde puedes encontrar el material, ya sea de manera presencial o en sus formatos digitales en nuestras redes sociales.

Dancemos, entonces, sin límites, sin fronteras. Hagámoslo con la plena conciencia de compartir nuestra individualidad, nuestra cultura.

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Por: Alex López

Director de Operativo Silla Móvil Danza

Fotografías: Erik Barrera

Etiquetas: Edición 103