¡Papás a la dirección!
Muchas veces me he preguntado qué pasa por la mente y el corazón de los padres cuando son ¡citados a la escuela!
Como terapeuta, uno tiene en claro por qué los cita, y para qué; sin embargo hay una pizca de incertidumbre en qué sucederá, cómo se tomarán los padres la información que se les va a decir, y cómo se procederá, siempre en función de la respuesta de esta familia.
Desde nuestro lado consideramos que la reunión quizás pueda ser difícil e incluso causar cierto grado de nervios.
Pero los padres... ¿Qué creen ellos? ¿A qué van? ¿Qué pasará? Evidentemente saben que son llamados a reunión porque algo negativo sucedió, porque jamás un padre es llamado para ser felicitado.
La felicitación se dice rápido en la puerta o en la entrega de informes donde se menciona que el niño es bueno, trabaja bien, respeta a los adultos. ¡Estas marcaciones no necesitan una cita especial! Lo digo irónicamente porque deberían hacerlas también por esto y delante de los niños. Citar a los padres y a sus hijos para felicitarlos.
Pero en fin, cuando mamá y papá son llamados a reunión individual, y en una época que no corresponde a la entrega oficial de informes, es porque algo malo pasó.
Imagino que ese llamado de alerta les debe resonar fuerte, su cabeza dará mil vueltas, se sentirán ansiosos hasta que llegue el día para saber qué pasará... Me gustaría saber cómo resuena en ellos, qué impacto les provoca este tipo de citaciones, qué es lo que internamente sienten y piensan. Es más, me pregunto si entre los padres comparten esto o prefieren esperar a la cita para platicar entre ellos.
Cuando soy invitada como terapeuta a participar de la reunión muchas veces me siento como mediadora entre lo que la escuela va a decir y el sentir y la respuesta de estos padres.
El día llega, los veo entrar a algunos con la cabeza gacha, como si fueran a ser regañados, otros pueden llegar con la frente alta y pecho inflado como en postura de defensa para el ataque. Nunca los observo relajados, y claro entiendo el porqué.
Siempre pido a los maestros que comiencen por lo positivo porque más allá de cualquier situación o momento difícil, siempre tiene que haber una o varias cosas increíbles para decir del niño. Luego cuidadosamente nombraremos las cosas que nos llaman la atención, pidiendo a los padres, de una manera amorosa, que también puedan resonar con lo que se les está diciendo, pensando en situaciones que viven en casa.
Me gusta decirles foquitos rojos, que nos dan señales de alerta.
Este punto de encuentro es súper importante para que los padres poco a poco puedan empezar a ver qué sucesos en común hay en la escuela y el hogar.
En las reuniones también empezamos a marcar a la familia que estas observaciones se las hacemos porque se busca lo mejor para el niño o la niña y justamente estos focos rojos obstaculizan su desarrollo de manera sana y armoniosa.
Entonces apelamos a que papá y mamá puedan ver y sentir esto, para luego llevarlos a reflexionar sobre qué creen que sería bueno para sus pequeños y si consideran que por el camino que vamos lo lograremos.
En general aquí aparece la angustia de los padres, caras serias, se los ve desconcertados, con miedo, inclusive se empieza a sentir un nudo en su garganta donde el tono de voz se escucha distinto, se quiebra y hasta las lágrimas empiezan a brotar.
Este momento, que me gusta llamarlo punto de quiebre, es un segundo paso fundamental para ser conscientes de las necesidades de sus hijos. Sin esto sería muy difícil que los padres entren en un estado de conciencia verdadera.
Estos dos momentos, muy necesarios en una reunión con padres, tienen que ir acompañados, maestros, de una ¡alta dosis de comprensión, acompañamiento y sostén!
Ante este tipo de información los padres quedan al descubierto, con muchas emociones y sensaciones, al igual que su hijo, y son muy difíciles de gestionar. Y así como nosotros fuimos los encargados de informar, de alguna manera estarán esperando que seamos los encargados de “solucionar”.
Mi sugerencia a los maestros es que siempre tengan no soluciones, pero sí conclusiones y posibles apoyos para brindar y herramientas a desplegar. Eso genera que los padres tengan seguridad y confianza en maestros/ escuela y la fuerza para seguir escuchando y buscando juntos apoyo para su hijo.
Amo esas reuniones con padres y maestros que nos quitan el sueño de preocupación, y ese día se desarrollan en varios tintes, con varios matices, pero que poco a poco se clarifican, y las emociones relucen por todos lados.
Nosotros los educadores creemos que tocamos fibras en los padres pero ellos también tocan emociones y sensaciones en nosotros. Y esas son las reuniones más emotivas y enriquecedoras para todos los adultos y, por consecuencia, más importantes para ¡el niño!
Papás, cada vez que los llamen a la dirección piensen que puede ser difícil al inicio pero el final será tan maravilloso para ustedes como para su hijo. Y maestros, recuerden siempre que estas reuniones son como capacitaciones para ustedes, para seguir creciendo en este camino de la educación tan cargado de amor, ayuda al prójimo, empatía, y riqueza a nivel profesional y personal.
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