Espacio
Mi mundo empieza en la palma de mi mano,
y comprende todo lo que puedo tocar con la punta de los dedos;
como tu rostro, tu cuerpo, mi taza de café recién servido,
las gotas de lluvia que se deslizan en la ventana,
las superficies donde me quedo dormido, mi almohada,
las cicatrices de las que habla Silvio, la tierra que piso,
y como dijo Rosario: “la corteza rugosa de los árboles…”
que, a diferencia de ella, no acaricio.