La cámara de hipersueño no está funcionando, no consigo entrar en un estado inanimado al cien por ciento. Si bien mi cuerpo está inerte, y los latidos de mi corazón se han reducido considerablemente, la función neuronal continua tan activa como en la fase MOR del sueño. Es como estar despierto, pero inmóvil, con un control remoto integrado en mi mente, que retrocede, avanza y pone pausa al show cómico mágico musical sobre mi vida.
El camino a Neptuno ha resultado más complicado de lo que esperaba; el sistema de calefacción, el radar y la antena de telecomunicaciones, han estado fallando repetidamente; a este paso, no estoy seguro de poder llegar a mi gélido destino; tendré que salir a hacer reparaciones; me recuerda tanto a mi vieja camioneta.
Vamos a ver qué me dicen las cartas.
Tengo, en las posibilidades de mi pasado, a El Colgado; suspendido en el tiempo, observando el orden de las cosas; sopesando, midiendo; haciendo cálculos de riesgo; postergándolo todo para otro momento, esperando un viento tremendo, la oleada correcta, lo que suceda primero.
En el posible presente tengo a El Ermitaño; sumergido en sus tribulaciones, pensando en otros tiempos; alejado de todo tipo de hordas; apartado de la lluvia y del viento; meditando, por supuesto, el siguiente paso.
En las posibilidades de mi futuro está El Mundo; la culminación de un proceso, la terminación de un ciclo y el inicio, inmediato, de otro; la tierra que germina, las puertas que se abren; los pies en el agua, la mirada en el cielo; los frutos que brotan de tu cuerpo.
En el fondo de la baraja está La Templanza; la armonía a la que aspiro; el equilibrio que tanto anhelo.
El cinco de copas y el siete de espadas se han quedado en el mazo, y qué bueno.
Soy El Caballero de Bastos; la energía del cambio, la búsqueda constante de la felicidad, sea lo que fuere y en el plano que se encuentre.
Tú eres mi persona de interés, sigues siendo mi dos de copas, mi cuatro de bastos.
No es necesario clarificar esta tirada.
Un día despiertas, apagas la alarma, pero no te levantas; arrojas los dados, y te sale un par de unos en lugar del par de seis.
El calendario marca el inicio de un nuevo ciclo,
y al igual que una hoja de papel en blanco,
una vez más tenemos la posibilidad de escribir
otro capítulo en nuestra historia personal;
un nuevo turno para arrojar los dados
y recorrer el mayor número de casillas;
otra oportunidad para cambiarlo todo y volver a creer,
aunque la confianza esté muy desgastada y el corazón cansado.
