Todo va a estar bien
Un hombre no debe tropezar,
si tropieza no debe caer,
si se cae tiene que levantarse;
no debe romperse,
si se rompe tiene que hacerlo
de tal forma que nadie lo note.
Un hombre no debe tropezar,
si tropieza no debe caer,
si se cae tiene que levantarse;
no debe romperse,
si se rompe tiene que hacerlo
de tal forma que nadie lo note.
Mi mundo empieza en la palma de mi mano,
y comprende todo lo que puedo tocar con la punta de los dedos;
como tu rostro, tu cuerpo, mi taza de café recién servido,
las gotas de lluvia que se deslizan en la ventana,
las superficies donde me quedo dormido, mi almohada,
las cicatrices de las que habla Silvio, la tierra que piso,
y como dijo Rosario: “la corteza rugosa de los árboles…”
que, a diferencia de ella, no acaricio.
El café recién servido me sabe a gloria,
pero a menudo se me enfría, y ando por ahí,
tomando café frío a las seis de la tarde.
Tendría que escribir sobre esta oleada que me lleva,
la corriente que debajo de la superficie
me impulsa;
el golpe de timón a barlovento,
la fuerza del mástil
y la fortuna de tener el viento en popa.
A veces pienso que la luna me está viendo,
que la lluvia es para mí,
que el insomnio es sólo mío.